El Mirador Independiente

Columna de opinión personal sobre temas políticos y sociales, de interés para la sociedad civil uruguaya interesada en el debate de ideas sin preconceptos ni ataduras partidarias. A partir de la definición del Presidente Vazquez en relación a los medios como actores políticos, éste pretende ser un espacio de libertad y respeto, porque ahora más que nunca la lucha es entre la libertad y el despotismo.

martes, marzo 11, 2014

A propósito de la violencia en las calles del Uruguay


Lo confieso de entrada: no sé cómo vino a dar a mis manos, o tal vez mejor dicho a mis archivos, ésta columna. Al publicarla mi propósito es que se conozca y si a alguien estoy plagiando, desde ya mi reconocimiento, pero creo que lo primero vale por lo segundo.

Es a propósito de la violencia en las calles del Uruguay, el de las puertas abiertas que ya fue, del que está bien porque se compara con México, pero al que debería caérsele la cara de vergüenza si se compara con sí mismo y con la sociedad que nos legaron nuestros padres y abuelos.

Usted: ¿estudia o trabaja? ¿Pregunta sólo para mayores? Veamos esto que sigue, y abro comillas:

"En los tiempos en que uno era muchacho siempre se contaba, en la barra de la esquina o en el boliche del barrio, con un instructor. Instructor era el que nos llevaba un par de años, gastaba traje, iba a la milonga y era un maestro para arrimarse a las pibas. Eran los días del tablado Rojo Cardenal Patente, en Tuyutí y Garibaldi, recostado al Café y Bar Parque de los Aliados. Mi tutor se llamaba Zacarías. De él recibí mis primeros consejos para relacionarme con el mundo, el sublime universo de las pebetas. Zacarías se había comprado un traje a plazos y el saco era cruzado, con tres botones. Un figurín. "Si vas a una milonga", me dijo, "y la piba acepta bailar, antes de pedirle el teléfono, que por lo general no tienen, vos le entras en tema del momento: ¿qué le gusta más, la típica o el jazz?". Ése era el ábrete sésamo de la conversación. Y tras cartón, la otra, para seguir chamuyando: "Usted disculpe, ¿estudia o trabaja?". Por aquellos días no cabían otras opciones. Eran los días en que el promedio de lo vivido andaba por los quince, dieciséis años. Y las opciones en la vida estaban bien definidas. 0 te gustaba la típica o te gustaba el jazz. 0 estudiabas o laburabas. No había otra.
A nadie, por aquellos días, se le ocurría pensar que estábamos en estado de "minoridad". Incluso, a nivel domiciliario, no se barajaba ni siquiera esa palabra: "adolescente". El maestro Barran, en una larga conservación que tuvimos hace unos años, decía que lo de "adolescencia" es una categoría cultural. Que en otros tiempos a los catorce laburabas, podías casarte, jugar en primera. Minoridad y adolescencia son creaciones de los intelectuales. No existían en los tiempos en que se nacía a domicilio y a domicilio se velaba a la abuela, porque ¿cómo carajo la vas a mandar a un asilo? Por eso me suena a falsete eso de la "minoridad infractora". Son hombres, que joder. Menos para la Justicia. Que no estudian ni trabajan, y vaya esto, como corresponde hoy por hoy, para los dos sexos.
Se nos están incendiando las calles y estamos discutiendo cómo tendrían que ser los carros de los bomberos. Hay guerra en las calles. La ausencia de una respuesta contundente (contundente quiere decir que ese hombre joven que asesinó a un repartidor de leche quede guardado sin margen de raje), y esta ausencia de respuesta -repito- está provocando una guerra civil de mediana intensidad, porque cuando no muere el asaltado muere el asaltante. "Armaos los unos contra los otros" parece ser la respuesta que se da la gente ante las liebres que te pueden saltar en cualquier esquina porque venís comiendo medialunas rellenas. Estos hombres, que se calcula en unos 300, viven en estado de impunidad, protegidos por su cédula de identidad. He visto a un hombre joven, homicida, ante cámaras, detenido, decir, con cancha: "Soy menor". Decía Gardel que "los amigos y los jueces han nacido pa' fallar". No sé qué ajuste hay que hacer a los códigos. Lo que sí sé es que nos hacemos unos versos, desde que los rapiñeros, homicidas y asaltantes "son niños", "menores", y nos pasamos por alto que en la primera de cambio te meten una 38 por un celular usado. Se terminó el tiempo del discurso y el debate sobre este tema. Antes que nada y sobre el pucho, está que el hombre que delinque, que mata (se le dice "infractor"), tiene que ser excluido de la calle y reeducado con la seguridad de que no se te pianta a las 24 horas de detenido. Y esa reeducación es para que vuelvan a los días aquellos del "Usted... ¿estudia o trabaja?".

Ahora que cierro comillas, le pregunto: ¿piensa usted, lo haya escrito yo? No.

¿Tal vez el Turco Abdala, o García Pintos, el inefable Palo y Palo? Otra vez no.

Es un artículo de Mauricio Rosencof, publicado en Caras y Caretas.


Lo suscribo.

lunes, febrero 10, 2014

Peregrinos a La Habana: crónica de una farsa

Peregrinos a La Habana: crónica de una farsa

jueves, julio 25, 2013

Con Mujica y Fidel abrazados en La Habana: Yo me confieso

Si. Me confieso avergonzado. Me confieso triste y dolido. Avergonzado, triste y dolido porque los uruguayos nacidos en ésta Banda Oriental que mamó de Artigas el culto a la libertad, la majestad de la Ley y el respeto reverencial a la soberanía popular, no nos merecemos que una persona que detenta la investidura presidencial por mandato de una mayoría circunstancial de sus ciudadanos, ofenda a un pueblo hermano que carece del uso del más elemental de los derechos, reverenciando a su gobierno opresor.

Como se sabe – o debería saberse- nuestro Uruguay, que en el Siglo XX de la mano de insignes demócratas como José Batlle y Ordóñez y Luis Alberto de Herrera por citar sólo dos de ellos, vio caer su democracia bajo las botas militares en Febrero de 1973 como corolario de una situación de violencia y enfrentamiento generada a partir del surgimiento de una guerrilla armada que, entre otros, tuvo al Sr. Mujica como uno de sus entusiastas propulsores, y que pretextaron, primero, la aparición de grupos paramilitares de derecha y luego, un estado autoritario que se llevó puestas las Instituciones de lo que para los Tupamaros era, despectivamente, una democracia “burguesa” y “formal”. A partir de allí, gracias a éstos iluminados, tuvimos diez años de dictadura burguesa y formal.

Gracias a la paciente resistencia del pueblo uruguayo, que no precisamente de los guerrilleros negociando con militares cuarteles adentro, es que el régimen terminó cayendo y se recuperaron, -para todos, los que en ellas creen y los que nunca lo hicieron-  esas instituciones “formales y burguesas” como el voto secreto y la libertad de expresión y reunión que, a la postre, sirvieron para que los que en el pasado habían adjurado de ellas, las utilizaran buenamente para llegar al gobierno. Votando, los uruguayos de a pie hicimos realidad el pensamiento del Prócer en cuanto a que “el despotismo militar será derrotado por las garantías constitucionales que aseguran la inviolabilidad de la soberanía popular”. De ese aciago período aprendimos también que la verdadera solidaridad es la que se da entre los pueblos y no entre sus gobiernos, siempre preocupados en la defensa de sus propios intereses de poder. Fueron esos pueblos solidarios -españoles, venezolanos, suecos, australianos- los que acogieron a nuestros perseguidos sin preguntarles qué ideología profesaban o a qué partido pertenecían, sino simplemente por serlo.

Hoy día, gran parte de nuestra América hispana goza de sistemas donde, con claroscuros todavía y pujos autoritarios siempre, los ciudadanos tienen sus mínimos derechos asegurados; entre ellos uno fundamental: el de entrar y salir de su propia tierra por su sola voluntad sin que deba explicar a nadie por qué lo hace.

Sin embargo, esa misma América – sus gobiernos y muchas veces sus pueblos o parte de ellos- siguen enamorados de los tótems que los pueblos originarios adoraban, travestidos desde Sierra Maestra en hombres providenciales poseedores de las verdades únicas y universales por los tiempos de los tiempos.

No han bastado, no bastan, las decenas de miles de presos de conciencia de murieron, mueren y al parecer morirán aún en la “isla-cárcel” propiedad de los Castro Ruz, para que escuchemos a quienes debemos escuchar: a los que no tienen voz, a los silenciados, a los que por generaciones vegetan esperando la dádiva del régimen, siempre magra, discrecional y autoritaria. No es suficiente que en cinco décadas de control absoluto de todo el poder los Castro hayan convertido al pueblo cubano en prisioneros dentro de su propia patria, rehenes de una realidad que les parece un sino fatal contra el cual resulta inútil rebelarse, salvo esos pocos -pero por serlo mucho más dignos de respeto y admiración- que han elegido sufrir toda clase de atropellos y barbarie a la indigna condición de serviles lacayos de un déspota senil.

Ese déspota senil es al cual el Sr. Mujica alaba diciendo que “es un anciano que sigue siendo brillante, siempre promotor de ideas, enfrascado en una experimentación en biología…un hombre cargado en años pero siempre fermental”. Que sepamos el único gran experimento que acometió el indultado Fidel Castro Ruz fue el de demostrar, en carne de su propio pueblo a lo largo de cincuenta años, que el hambre somete pero no mata. Mujica lee poco el diccionario y por tanto no sabe que el adjetivo “fermental” no existe, si con ello suponemos quiso referirse a una condición de generador de ideas, pero tal vez su subconsciente haya sabido más que él. Fermentar es un proceso de degradación. En ese sentido, tal vez la buena noticia es que el déspota termine de fermentar y ponga fin a tanta ignominia.


Mientras tanto, seguirá la represión, las mujeres serán apaleadas por ir a misa, los escritores como Ángel Santiesteban seguirán silenciados en las mazmorras del régimen, para que gobernantes como el nuestro vayan de visita a testimoniar que el gobierno de Cuba tiene amigos al Sur, no así su pueblo. Mientras dura el “mientras tanto” toca a nosotros, ciudadanos que deseamos para los demás lo que reclamamos para nosotros, avergonzarnos por tanta criminal hipocresía. 

Que todo ello fermente, será justicia. 

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lunes, junio 10, 2013

La constancia de Constanza y las andanzas de Kintto, infiel escudero

El uruguayo -pero muy ecuatoriano- Kintto Lucas es un hombre afortunado. No sólo fungió como Vice-Canciller de Ecuador sino que, a pesar de su larga militancia anti-sistema, casi no conoce el desempleo. El Presidente Mujica, preso de una rémora de pasados comunes, lo importó para la Secretaría de Prensa de Presidencia, cargo que no llegó a asumir, víctima de su incontinencia verbal, otro rasgo que le identifica con el primer mandatario. Como la solidaridad indica que a un compañero no se le deja en la estacada, le inventaron un cargo de “embajador itinerante” que parece ser el recurso favorito del mujiquismo para mantener a flote a navegantes naufragados. De tal guisa, a Don Kintto –a pesar del nombre- la suerte le favoreció con tal designación, dejando a su cargo una suerte de representación permanente en el océano de las siglas integradoras brotadas del Miraflores chavista.
Pero. como siempre hay un pero, y a Don Kintto lo que más le apasiona es la práctica de la discrepancia, esta vez se permitió hacerlo con el Vice-Presidente Astori, aunque por elevación lo hizo con el propio empleador, -su protector el Presidente- porque él y no otro fue el impulsor de postularse como “observador candidato” a integrarse a la muy imperialista Alianza del Pacífico, suerte de alter ego de la nonata ALCA pergeñada por el Tío Sam para pegarle debajo de la línea de flotación a la pujante integración latinoamericana. A tal punto parece haber llegado el desbarre del escudero incontinente que el Sancho Panza encargado de Cancillería, en defensa del maltrecho predicamento de su Quijote, debió salir a propinarle un sonoro tirón de orejas, tan rimbombante y aparatoso como inútil.
Tanta suerte tiene Don Kintto que ahora el culebrón por él iniciado y que tanto promete, conoce un nuevo capítulo con la aparición estelar de una rutilante coprotagonista femenina: la inefable Constanza, otrora oráculo del propio caballero andante y, a la postre, devenida en temible espada defensora del alicaído prestigio de las aventuras de caballerías. El temible sonido de las armas resuena por el cyberespacio con el título de “Razones políticas para desechar alianzas en el arco del Pacífico”  http://www.constanzamoreira.com/razones-politicas-para-desechar-alianzas-en-el-arco-del-pacifico/ El opúsculo, con pretensiones intelectuales tan obvias como fallidas, pretende echarle una cuerda a Don Kintto, sin que llegue a ser un enfrentamiento abierto con sus conmilitones Almagro y Mujica, mucho menos con éste, a quien, chamuyo de comité mediante, debe su prestigioso escaño. La constante Senadora desgrana, a lo largo de una treintena de líneas una especie de versión aggiornada de Galeano y su hemorrágico mamotreto, en la que sobran eslóganes y faltan, precisamente, las razones a las que alude su categórico título. Salvo, claro está, en lo que sí parece aceptar la Senadora como “destino manifiesto” del estado tapón, que es estar, en cualquier tiempo y circunstancia, en la vereda de enfrente del ogro imperialista. Sobre los coqueteos de su numen inspirador con la muy imperialista China – dictadura si las hay, por si recordarlo hiciera falta- nada dice, como tampoco del reflejo no menos imperialista de la Venezuela compradora de adhesiones políticas al vil precio del petróleo subsidiado, por no caer en el lugar común de que Brasil (ese tren que siempre pasa, al decir de Moreira, y nunca llega, digo yo) no ha dejado nunca de comportarse como el hermano grande y abusador, siempre presto a blandir el índice amenazante y al que, oh sorpresas de ésta izquierda, parecen obedecer con prontitud y esmero.

Quizás detrás de este tímido griterío se escondan los teros, porque, como siempre, hay que conformar a “la barra” aunque luego los tiros vayan por otro lado. Para el caso, el ex Presidente y futuro candidato Dr. Vázquez, cuando se vio necesitado -abrumado por tanta solidaridad kirchnerista- acudió a la sombra protectora del imperio. Va siendo hora que los intelectuales de la izquierda vernácula lean algo más que Galeano. Su simplismo, además de frustrado, huele a vetusto.  Mientras tanto que Don Kintto siga viajando a cuenta de Rentas Generales, pero que hable menos. Sería más sencillo para todos, incluso para Constanza. 

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lunes, mayo 13, 2013

La ominosa sombra del despotismo


Cuenta la historia más o menos aceptada que cuando en 1492 el genovés, encargado por sus Serenísimas Majestades Don Fernando y Doña Isabel para llegar al Levante navegando hacia el Poniente, tocó tierra en la Isla de Guanahaní, los indígenas que asistían asombrados al espectáculo de hombres cubiertos trajes metálicos y ostentosas banderas creyeron que eran “los hombres del cielo” que las profecías auguraban. La cruda verdad que aquéllos primeros indígenas “descubiertos” llegaron a probar en carne y sangre propia, como luego lo hicieran sus descendientes mientras quedaron de ellos alguno, es que los tales hombres del cielo eran meros encomenderos, corsarios al servicio de la ambición de un imperio en decadencia.
Más o menos tres siglos después, consumada la caída del dominio español sobre tierras americanas, los descendientes de aquellos primeros enviados, convertidos ahora en criollos, se abocaron a construir sus propios imperios, todos ellos en ancas de la tan ansiada liberación de los pueblos que habrían de traer, al fin, la felicidad y abundancia que como maná descendería de los cielos para poner fin a tantos siglos de ignominia, explotación y esclavitud.
Otra vez los más postergados creyeron que esos próceres serían los verdaderos “hombres del cielo” que pondrían fin a tantas penurias, llamados a ser ellos los constructores de la gran patria latinoamericana.
En los dos siglos restantes, con sus más y sus menos, la América hispana ha visto volver una y otra vez esos milagrosos salvadores, los que, cada vez y como si fuera un designio ínsito en la propia naturaleza de las cosas, terminan siendo los verdugos de sus propios pueblos.
En el siglo pasado la esperanza vino de la mano de barbudos revolucionarios que bajaban de sierras prometiendo justicia universal y felicidad en la igualdad, más o menos al estilo de los bolcheviques que habían ejecutado al zarismo ruso. Ajusticiaron, ejecutaron, confiscaron, estatizaron y casi, casi, lograron el milagro de conseguir la igualdad: todos pobres, todos silenciados, todos postergados. Casi, porque como lo describiera Orwell, hubo –y hay- algunos más iguales que otros.
Aquellos justicieros pretextaron otros, alentados éstos desde el Norte; ésta vez los gorilas se vestían de verde olivo y armas en mano, venciendo pero sin convencer, impusieron la paz de los sepulcros. Una década perdida -o en algún caso mucho más- que no habría de ser la última, y que tuvo su final cuando la mancha verde se tornó marrón con la pudrición originada desde su propio cuerpo de corruptos criminales. Otra vez los pueblos se encontraron a la intemperie y tan postergados como siempre.
Pero al final, como un gran soplo de renovada esperanza, recorrió la feraz tierra americana la novedad de la democracia como la gran solución, panacea que iba a poner coto a los desmanes y abusos, haciendo de los meros habitantes de un territorio en ciudadanos con derechos, educados, con garantías que las instituciones preservarían para todos por igual.
Ahora los hombres -y mujeres- “venidos del cielo” enarbolaban rimbombantes discursos y planes maravillosos de modernización y progreso en lugar de las armas del pasado, aunque ellas siguieran estando, ésta vez guardadas con recato para cualquier contingencia. Cuando las democracias empezaban a hacer agua y los planes fracasaban, producto del diabólico maquiavelismo del nuevo gran imperio que nos inoculara el virus del malhadado neoliberalismo, apareció como un faro en medio de la niebla un nuevo “hombre venido del cielo”: el Coronel paracaidista venezolano Hugo Chávez Frías, quien literalmente cayó del cielo para dar su primer y fallido golpe contra una corrupta democracia que estafaba a su pueblo. Fue esa misma democracia la que lo indultó, para que cual brujo retornado a la tribu como héroe hechizara al pueblo venezolano convirtiéndose en el salvador de la Patria.
En los años siguientes no pocos de los sobrevivientes de las “democracias formales” le miraron con condescendencia, cuando no con sorna, adjudicando sus payasadas urbi et orbi a la excentricidad de una personalidad necesitada de protagonismo. Nada que temer. Nuevo y grave error de lectura. Ninguno previó la fuerza que un discurso fanfarrón y populista, como tantas veces antes había pasado en estas tierras, iba a tener sobre los pueblos, sólidamente asentado en la inimaginable generosidad de una chequera petrolera multiplicada por diez gracias a la demanda del imperio.
A su sombra, como una nueva mancha fueron surgiendo desde la humedad chavista los hongos del neopopulismo, encarnados en gobiernos voluntaristas y autoritarios, pero legitimados de origen por elecciones más o menos limpias, aunque luego se vieran necesitados de cada vez mayor concentración de poder tras el objetivo de mantenerse todo el tiempo que sus “revoluciones” necesitaran para conseguir sus objetivos. En ese afán, no han dudado en llevarse por delante las cada vez más esmirriadas instituciones de la democracia “burguesa”, toda vez que éstas no resultaran funcionales a su “modelo”.
Hoy en Venezuela marcan gente como bovinos para obtener un mísero paquete de harina, mientras la gente batalla diariamente para conseguir un medicamento y cuenta las horas en las que no tendrá energía eléctrica. Hoy en Argentina, tierra obscenamente rica, niños mueren de hambre y miles de marginales comen de la basura. Éstos son apenas dos ejemplos, tal vez solamente los más significativos, pero en modo alguno los únicos.
Mientras tanto, lo que los pueblos comienzan a enterarse, a medias -con dificultades porque el “modelo” implicaba secuestrar todos los poderes  y medios (Justicia, Legislativo, Poder Electoral, medios de prensa independientes y hasta empresas claves)- que los “hombres y mujeres venidos del cielo” habían llegado con muy poco, casi tan pobres como la gente misma a la que decían dedicar lo mejor de sus desvelos y talentos, y ¡oh sorpresa¡ una década después se han convertido ellos, sus familiares, amigos y cómplices, en una nueva casta de supermillonarios dueños de todo el poder.
Una vez más, como hace más de 500 años le sucediera al candoroso cacique que asombrado rindiera pleitesía a los españoles, los pueblos comprueban que han sido vilmente estafados y nuevamente han de pagar su cuota de sangre, sudor y lágrimas para recuperar una esperanza que estos brujos neopopulistas convirtieron en pompas de jabón.
Mísero destino el nuestro.     

domingo, marzo 17, 2013

El Chavismo en su hora: ¿Elección o implosión?


Hace unos días atrás arquitectos japoneses mostraban al mundo una técnica asombrosa destinada a demoler edificios sin recurrir a la implosión o a la más antigua técnica de la demolición desde la altura. Tal alarde de ingeniería consiste en el desarmado piso a piso, desde su base, del edificio entero que, etapa tras etapa, va encogiéndose, perdiendo altura para, finalmente, desaparecer. Es, según lo dicen, un proceso caro, mucho más lento, pero ideal para evitar riesgos y efectos colaterales cuando hay en derredor otros edificios que pueden ser dañados.
El edificio Chavista tiene 21 años de construcción, a cargo de un solo arquitecto y en cuya erección se emplearon los más diversos materiales y técnicas, desde el marxismo, pasando por el peronismo hasta el castrismo, todo ello conformando una argamasa confusamente denominada “Revolución Bolivariana” y que, en su estructura, ha dado cabida a la más variopinta recua de partidarios interesados en los beneficios de vivir a su abrigo. Si la ambición del gran jefe y sus fieles seguidores era tocar el cielo, aún a costa del derroche más inimaginable de recursos, el orgulloso edificio bolivariano apenas despega del suelo, asomando más bien chaparrito para lo que en años, sacrificio, sangre sudor y lágrimas, ha costado.
El problema ahora es que, con el edificio sin terminar – que quizás tampoco se hubiera terminado nunca- se les muere el sumo arquitecto, proyectado, tal como su delirante obra inconclusa, para durar eternamente. Cálculo errado: nada de lo humano es eterno, ni siquiera las desgracias.
A partir de la muerte del sumo pontífice de esta nueva religión, la Corte conformada por sus vasallos, dando muestras de tanta impericia y obscena ignorancia como de desmedidas ambiciones, pretenden continuar con la obra a toda costa, sabiendo como saben que si el edificio – por inviable- se detiene, todos ellos serán tragados por el más ignominioso de los olvidos.   
¿Qué hacer entonces? Pues, lo que el propio padre del sueño les indicó: que la gente decida. Llamando a elecciones, con el que fungía como ayudante de cámara investido en heredero candidato y que sea lo que el pueblo resuelva, si ello está dentro de lo que el aparato –CNE, TSJ, FANB, AN- esté dispuesto a soportar, para el caso una derrota que implique optar por dejar de lado el faraónico emprendimiento y centrarse en las más pedestres necesidad de las gentes que abonaron el delirio del recién partido.
Confieso que escribo con miedo; con miedo a no equivocarme y hasta con un íntimo sentimiento de deseo de que así sea. Me refiero, claro está, a la encrucijada de las elecciones y las reglas en la que ésta se desarrollará.
El obstinado pesimista que soy me dice que en éstos casos -porque el de Chávez no es el primer emprendimiento surrealista que el mundo ha debido soportar y, ni siquiera, el más largo, cruento y pérfido de ellos, que para muestra andan por allí, en los recovecos de la memoria esquiva, los ejemplos de Stalin, Hitler y Mao, por citar sólo tres de los más conspicuos- tales regímenes se acaban por un único camino: la implosión. Las grietas de sus propios cimientos terminan echándolos abajo, bien es cierto, dejando el tendal de escombros por décadas.
No hay ejemplos en la historia de regímenes totalitarios que acaben entregando mansamente el poder, sino que ello sucede cuando los responsables de la obra, ante la inminencia del derrumbe, saltan con el primer paracaídas a mano tratando de salvar el pellejo y, si fuera posible, algo de las fortunas amasadas durante los años dorados del goce del poder omnímodo.
Declaro mi admiración por quien –junto a quienes le apoyan en tales circunstancias- ha resuelto hacerles frente, jugando en su propia cancha, con las reglas de juego impuestas por el poderoso locatario, consciente que los árbitros, veedores, dirigentes y fuerzas encargadas de controlar el juego portan descaradamente la camiseta del equipo oficial y estarán dispuestos a inventar tantos penales como sean necesarios para que gane su equipo.
Ojalá la gente pueda, libérrimamente, decidir qué curso de acción seguir y si decide, como esperamos suceda, que opte por encargarle el destino de la obra a Henrique Capriles, que pueda contar con la sabiduría y paciencia japonesa para encarar una minuciosa obra de demolición de la ominosa barbarie, desde la base y ladrillo por ladrillo, mientras acomete la ingente tarea de comenzar otra obra nueva: la de extender la construcción para todos, con menos pretensiones de posteridad y más ambición por las cosas concretas y necesarias para todos.
Mientras ello no sucede, cruzo los dedos para que me equivoque y no tenga que sentarme a la vereda a esperar que el tiempo haga lo suyo, para que al final, implosionado por sus propios defectos, pueda ver pasar el cadáver de la ambición que dejará, más temprano que tarde, la avenida libre para que echen a rodar las ilusiones y la libertad. En menos de un mes lo sabremos.  

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sábado, marzo 02, 2013

Cambalache americano II Versión 2013


Hace 5 años publiqué éste texto que, si hubiera seguido el curso normal de la historia, debería ser pasado, y pisado. Pero no, tratándose de nuestra entrañable tierra americana, el gatopardismo es un arte y todo cambia todos los días para que todo siga siendo como durante la colonia. 
Me permito refritarlo, intercalando apenas algunas correcciones, dictadas más por la inevitable biología a la que están irremisiblemente sujetos sus patéticos protagonistas, que por su inteligencia, dicho ésto en las acepciones (2) y (5) del Diccionario RAE. 

Qué semana tiempos, señor, qué semana tiempos!!!
Creamos otro Organismo internacional de Integración (?), la CELAC, que se suma a la UNASUR. Sí sí, otro más y van... A ver, recontemos, la OEA (existe porque acaban de festejar aniversario), ALADI, Mercosur, CAN, OIT, OPS, Grupo de Río, Banco del Sur (?), PARLAtino (qué desatino), todos con su consabida burocracia que pagamos todos. Y de la integración? Vamos mal pero podemos ir peor. Brasil lidera pero no, Venezuela se pelea con Colombia (tachado gracias a Santos), con Perú, con Chile, con EEUU no porque le compra petróleo (sólo con Mr. Danger Obama), con Inglaterra, con Alemania, en fin, se pelea. Ecuador se pelea con Colombia, Bolivia se pelea con Colombia, con Chile, con Perú y en general con todos los que se pelean con Venezuela. Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela no se pelean con Cuba y Cuba ya no tiene con quién pelear. Argentina se pelea con Chile (ya es costumbre), con Brasil, con Paraguay, bah, con el Imperio y sus alrededores,  y se aprovecha del enano llorón mientras ve cómo el pelotón se le escapa definitivamente. Nosotros (Uruguay) no nos peleamos con nadie porque nadie tendría tiempo para pelearse con nosotros, pero nos aliamos con Argentina y Brasil para una nueva Triple Alianza contra Paraguay.
Alguien se cree todavía el cuento de la integración y la "foto de familia"?
Chávez se lleva el mundo por delante (se lo llevaba, hasta que la CIA le inoculó el cáncer) pero pierde un plebiscito para quedarse de por vida (aunque gana otra reelección que casi, lo mismo), su ahijado Evo pierde con la oposición y transa en un plebiscito revocatorio (aunque se infecta del virus reeleccionista), Correa firma la UNASUR pero dice que no sirve para nada y se enfrenta al mismo destino de su padrino Hugo (mientras despotrica contra el Imperio mantiene el dólar como moneda y se reelige en bicicleta), Lula tiene el pasaje de ida en la mano (aunque haya dejado herencia), Bachellet ha logrado lo que nadie en Chile (que muy pocos se hayan dado cuenta que cambiaron de presidente), Lugo gana pierde en Paraguay pero  porque es minoría, Kirchner le prestó el bastón a su señora pero se olvidó de dejar el mando (la biología se encargó de hacérselo dejar). En Cuba eligen a Raúl por unanimidad (ésto era por la otra, ahora lo reeligen otra vez, de vuelta por unanimidad). De Tabaré (Mujica) no hablo porque me caben las generales de la ley.
Parafraseando a Mafalda (Gracias Quino): Paren el mundo que me quiero bajar!!! Cinco años pidiendo que lo paren y nada; habrá que tirarse en movimiento y que sea lo que tenga que ser. Mientras tanto, que siga el baile!